Acaba de finalizar el primer módulo de este nuevo programa de formación dirigido a universitarios de último año y profesionistas. Se empezó a gestionar en 2021, por jóvenes de Reino, quienes veían la necesidad de tener un apostolado en que se profundizara sobre su vocación y misión personal.
Lucía Casaburia es una de las 15 personas que participan en Camino, el nuevo apostolado de Reino de Pilar, que consiste en un programa de formación que dura un año y está estructurado en tres módulos trimestrales. El primero ya finalizó y Lucía nos comparte su su experiencia.
Testimonio de Lucía
Me enteré de “Camino” una semana antes de que cerraran las inscripciones y no dudé en anotarme. Sentí que Dios, por medio de Cami (Méndez) y los coordinadores, me empujó a meterme en este proyecto que me hacía tanta falta, sin siquiera saberlo.
Tenía muchas ganas de seguir perseverando en la fe, y de conocerme más a mí misma. Todo empezó en el retiro, donde pude volver a mi origen y reconocerme como hija amada. También pudimos discutir diferentes conceptos, como la importancia de experimentar una soledad habitada, que muchas veces ignoramos en la diaria.
Después del retiro, pasaron varias semanas hasta arrancar los encuentros. En ese tiempo, pude decantar toda la información y la teoría que había aprendido, y comencé a interiorizarla. Sin ser del todo consiente, cambié rotundamente mi manera de ver las cosas, mis prioridades, mis maneras de relacionarme. Esto me llevó a cuestionarme muchos aspectos míos que, en el primer Encuentro, el de las heridas, empezaron a cobrar más sentido. Pasé de estar en una nebulosa, en donde no sabía qué era lo que me estaba pasando ni por qué estaba actuando de manera tan distinta, a empezar a comprenderlo de a poco. El recordar diversas situaciones de mi vida, que me formaron como persona con mis cosas buenas y malas, destapó un dolor que necesitaba sanar. De la mano de Dios, pude re significar mis heridas, y darme cuenta que Él siempre estuvo ahí, y que aunque nuestra historia nos condicione, no nos determina, y somos nosotros mismos quienes estamos al mando de nuestra propia vida.
A medida que pasaban los Encuentros, me fui dando cuenta de lo bien que me hacía ser parte de este proyecto, y de lo motivada que estaba en seguir conociéndome. Descubrí la importancia de la vulnerabilidad, entendí que es un estado incómodo por el que pasamos todos los humanos, pero que irónicamente, nos fortalece. Me incentivó a desaferrarme de aquellas ideas que siempre me definieron, para poder descubrir nuevos aspectos de mí misma. Entendí que, a través de mi vulnerabilidad y pobreza, va a actuar el poder de Dios.
Ahora que ya terminó este primer módulo de autoconocimiento, siento que en estos meses crecí un montón como persona, y me pude aceptar más. Fue y sigue siendo de gran apoyo y consuelo saber que no estoy sola en este camino, sino somos un grupo de personas que están viviendo cosas parecidas en caminos paralelos, de la mano de Dios.