“Vale la pena”: Una familia que encontró en la misión el tesoro de vivir la fe juntos 

Mariano Bruno y Verónica Fiorucci, padres de Lorenzo y miembros del Regnum Christi en Buenos Aires, cuentan cómo la experiencia de misión en Semana Santa se convirtió en un pilar espiritual para su familia. 

Desde Gobernador Castro, en Buenos Aires, Mariano (51) y Verónica (46), Licenciado en Trabajo Social y Administrativa respectivamente, participan hace varios años en las misiones de Semana Santa organizadas por el Regnum Christi. Su hijo Lorenzo, de 10 años, los acompaña con entusiasmo, y juntos han hecho de esta experiencia un espacio de transformación y encuentro con Dios. 

“Hace 3 años coordinamos Familia Misionera del Oakhill a pedido del Padre Javier Mariana”, cuenta la pareja. Verónica ya había misionado de joven, y esta invitación les permitió redescubrir una forma profunda de vivir la Semana Santa. “Nos pareció la mejor forma de vivir la Semana Santa con sentido y enseñarle a nuestro hijo el verdadero significado. Además poder compartirlo en familia y con amigos, es impagable”. 

La experiencia de misión no solo ha sido un espacio de encuentro con otros, sino también de conversión interior. “Es único lo que se vive y nos inspira para seguir el resto del año llevándolo a nuestro día a día. Tenemos tantas obligaciones, dificultades y distracciones que la misión nos vuelve al eje de la fe, de Cristo, de lo importante”. 

Su camino comenzó por inspiración de otras familias del colegio. “Desde que entramos al colegio sabíamos que había familias que misionaban, conocimos a Vero Vivot y Alejandro Frías en un retiro que organizaban. Pero no tomábamos la decisión. A raíz de la pandemia se suspendieron las misiones, y fue el Padre Javier Mariana el que nos impulsó y nos comprometió para volver a armar el grupo”. 

Entre los momentos más significativos que vivieron en misión, recuerdan con emoción el encuentro con una mujer mayor: “Nos recibió casi con lágrimas, nos confidenció que tenía un nieto con adicción. Pero terminó contándonos que ella era realmente feliz, que llevaba 60 años de casada, y que si naciera de nuevo volvería a elegir a su marido. Nos terminó dando consejos para nuestros matrimonios. Fue un regalo al alma su felicidad y gratitud, a pesar de su dolor”. 

Otro momento que los marcó profundamente fue en una casa muy humilde. “Uno de los hijos de 18 años no nos quería ni mirar… le ofrecimos un rosario con el librito de la Virgen Peregrina para enseñarle a rezar. Se vio interesado. Y terminó trayendo una biblia de su hermana mayor, leímos un pasaje. Y quedamos sorprendidos por lo ávido que estaba de Dios. Y estamos seguros que Jesús seguirá trabajando en su corazón y esa visita dará muchos frutos”. 

El cansancio y esfuerzo también han sido parte del camino. “Muy intensamente, el esfuerzo y cansancio ofrecidos a los pies de la Cruz se vieron transformados en amor y esperanza”. 

Pero lo más valioso, dicen, ha sido ver cómo la misión transforma a su familia y a las demás. “Aprendemos a ponernos en manos de Dios y confiar, a ver otras realidades y ser agradecidos y empatizar con el resto de las familias misioneras también”. Destacan la convivencia entre todos: “En esta misión éramos muchas familias pero primó la tolerancia, la empatía, y creo que terminamos dándonos testimonio entre nosotros. Lo mejor es que los chicos se hacen muy cercanos y amigos, hermoso de ver”. 

En el corazón de todo, está Lorenzo. “Lo que más rescatamos de esta experiencia de misión, es cómo lo viven los chicos. Lorenzo ama ir por las casas, tocando las puertas, invitando a otros niños a la parroquia y hablar con los grandes”. 

Y concluyen con la convicción que los acompaña cada año: “Año a año, nuestros corazones se hacen más dóciles, nuestra fe se va fortaleciendo, afrontamos las dificultades con otra mirada. Sabemos que somos débiles y le pifiamos, pero con cada misión Dios nos transforma para ser un poquito mejores”. 

“Siempre les decimos, ¡VALE LA PENA, todo el esfuerzo e incomodidad, se transforma en alegría y esperanza! Estamos convencidos que les estamos dando a nuestros hijos el mejor tesoro, no solo con palabra sino con acciones y vivencias”.