Pentecostés en Betania: una fiesta de unidad, dones y alegría en comunidad 

La Parroquia de Betania celebró Pentecostés con una serie de actividades que unieron a grandes y chicos, fomentando la fraternidad, la oración y el descubrimiento de los carismas que el Espíritu Santo derrama sobre su Iglesia. 

Elizabeth Medina Manqui, de 31 años, fue una de las principales coordinadoras de la Vigilia de Pentecostés en la Parroquia Betania, comunidad que ella describe como su “segunda casa” y “gimnasio-spa espiritual”. Actualmente trabaja y colabora activamente en el coro litúrgico, el apostolado Misionarte (de comedia musical) y como Ministra Extraordinaria de la Sagrada Comunión (MESC) cuando se requiere. 

La celebración comenzó con una fiesta para los niños de Catequesis, seguida por dos Misas, una orientada a los más pequeños y otra para toda la comunidad. Posteriormente, se vivió un momento de oración frente a un fogón en las escalinatas del templo, culminando con un ágape para todos los apostolados. 

“Se realizaron actividades que propiciaran la unidad, fraternidad y seguir conociendo la riqueza de quienes forman parte de la comunidad parroquial con sus distintos dones”, explica Elizabeth. También se incluyó una dinámica que ayudó a los asistentes a profundizar en la experiencia de los primeros cristianos y reconocer la acción del Espíritu en la misión actual. 

Elizabeth, aunque enferma el día de la vigilia, había colaborado intensamente en la organización y logística previa. “Es una bendición contemplar cómo cada uno trae sus panes y peces para que el Señor haga de las suyas”, compartió agradecida. 

Uno de los momentos que más la impactó fue ver a personas que nunca habían hablado en público animarse a actuar y compartir; o presenciar a asistentes de otras religiones o incluso agnósticos quedarse a compartir. “Creo que esto último fue lo más fuerte que me tocó ver”, confesó. 

El ambiente que se vivió fue de oración y alegría: “Propusimos una actividad que consistía en representar una escena donde se viera un valor/virtud en la sociedad y otra escena donde no se hiciera presente esa virtud… incluso los más tímidos se animaron”. 

Para Elizabeth, Pentecostés “es una renovación de la presencia del Espíritu de Dios en mi ser y por tanto en mi vida”, y también una oportunidad para escuchar “cuál es su querer para nosotros” como Iglesia. Reconoce cómo el Espíritu habla en distintas personas y contextos, pero siempre apuntando al mismo llamado. 

El Padre Héctor, quien acompañó la jornada, recordó a la comunidad “la importancia de celebrar momentos como los que vivimos y no perder la Alegría que tenemos por llevar nada menos que al mismo Cristo en nosotros”. 

Sobre por qué vale la pena vivir Pentecostés, Elizabeth no duda: 

“¡Abrirse al Amor de Dios siempre es un planazo! Permitite en cada Pentecostés conocer un poquito más a la tercera persona de la Santísima Trinidad… La Iglesia es el regalo, la familia en la cual aprendemos a amar y sabemos que caminamos juntos”. 

Con emoción y gratitud, concluye: “¡No dejemos de celebrar y agradecer por semejante regalo! Y cuidemos de esta familia, cuidemos al Papa, ¡y alabemos a Dios con nuestro accionar!”.