“Dar todo de mí para cumplir la voluntad de Dios”: un mes como colaborador ECYD en México

Con solo 16 años, Juan Segundo Irigoyen Battaglia, del Colegio Mano Amiga Santa María en Pilar, Buenos Aires, viajó a México como colaborador ECYD. Su experiencia, marcada por la sorpresa, los desafíos y un fuerte sentido de misión, lo transformó profundamente en su fe, vocación y visión del Regnum Christi. 

“Vibrar en la frecuencia del ECYD”. Así resume Juan Segundo Irigoyen Battaglia su rol como colaborador durante un mes en México. A sus 16 años, dejó su comunidad en Pilar, Buenos Aires, para embarcarse en una experiencia que, según él, fue “la experiencia de mi vida”. 

La decisión no fue fácil. “Recuerdo que el primer sí se lo di a mi directora cuando me planteó la oportunidad”, cuenta. Sin embargo, la limitación económica parecía un obstáculo definitivo… hasta que, en medio de unas misiones, “un amigo (Tomás Álvarez), sin que yo se lo pidiera, habló con un sacerdote y me ofrecieron ayudarme económicamente”. Para Juan, ese gesto fue una señal clara de Dios: “entendí que era lo que Él quería”. 

Antes de partir, ya tenía un rol de liderazgo como responsable de tercera etapa del ECYD en su colegio. Pero su motivación de fondo venía de más atrás: “El Regnum Christi me devolvió la fe hace dos años por medio del ECYD y la hizo madurar”. La idea de ser colaborador ECYD ya había rondado por su cabeza, aunque la veía lejana. Por eso, cuando recibió la propuesta, le cayó “como una sorpresa”. 

Su mamá fue clave para animarlo a dar el paso. “Desde el día uno hasta el día que me subí al avión, me apoyó, siempre buscando soluciones y animándome”. 

Al llegar a México, sintió alivio: “¡Por fin ya estoy en México! ¡Por fin arranca este mes!”. Compartió la experiencia con otros cinco colaboradores chilenos y un brasileño. Aunque no estuvo integrado a un solo equipo local, recorrió varios ECYDs, participando en retiros, cursillos y misiones. “Todos los responsables y equipos con los que me relacioné fueron súper copados, amables y se notaba a leguas cómo se preocupaban por su relación con Dios”. 

Lo más desafiante no fue estar lejos de casa, sino “la relación con mis hermanos colabs”. Con diferencias de pensamiento y conducta, tuvo que aprender a convivir, crecer y comprender. “Dios me fue mostrando lo correcto”. 

Entre los aprendizajes que destaca, menciona tres niveles: 

  • Personal: “Aprendí que cada persona es un mundo… y el único que conoce todo eso es Dios”. 
  • Espiritual: “Entendí que la mejor manera de rezar es entregar conscientemente cada acción al Señor”. 
  • Apostólico: “Hay que ‘echar la semilla’ para evangelizar; si nunca la tirás, la planta no va a crecer”. 

Le sorprendió la estructura del ECYD mexicano: casas propias para encuentros, fuerte presencia social y hasta participación de figuras públicas. “Desde mi mirada como argentino, es increíble”. A pesar de las diferencias culturales, se sintió parte de una misma familia espiritual. “Tengo la certeza de que en cualquier parte del mundo, un responsable está intentando transmitir lo mismo que yo”. 

Fue especialmente marcado por la acogida de los formadores, como el padre Ricardo Arriola y el padre Christian Ortega. “Siempre atentos, respondiendo dudas, dándonos herramientas para sembrar en nosotros la semilla de apóstol del Reino”. 

Menciona con especial cariño la misión en “La Lagunilla”, un pequeño pueblo en Veracruz. “Sentí que era parte de algo más grande”. 

Aunque su visión del Regnum Christi no cambió completamente, la experiencia le permitió “entender la dimensión que tiene… y que es el mismo Reino donde sea que vaya”. 

¿Volvería a decir que sí? “Sin dudas”, responde. “Tonto el que no hace la voluntad de Dios. Además, veo en mi día a día todos los frutos o semillas que dejó en mí”. 

Hoy, dice con convicción: “No me gusta guardarme las actividades para mí. Busco a quién puedo llevar. No me canso de ser un instrumento de Dios para la salvación de almas”. 

A los jóvenes que están pensando en irse como colaboradores, les dice: 

“No hay nada más lindo que ir a una misión sabiendo que el que te envía es Dios. No se desesperen, sus tiempos son perfectos. Y cuando vuelvan, cuenten todo lo que Dios les regaló, porque la luz se prende para que ilumine, no para esconderla”