Con 21 años y una larga trayectoria en Juventud Misionera, el argentino Marcos Gobbee compartió su experiencia en las misiones de Semana Santa en el barrio San Cayetano, Garín. Para él, la alegría de la Resurrección y el servicio a los demás son una muestra palpable de que “Dios obra hasta en donde menos pensamos”.

“Mi nombre es Marcos Gobbee, tengo 21 años y soy de Argentina”. Así comienza el testimonio de este joven que, durante Semana Santa, misionó con un grupo de 30 jóvenes, hombres y mujeres, en el barrio San Cayetano en Garín, Buenos Aires, junto a Juventud Misionera.
Para Marcos, el Regnum Christi es mucho más que un movimiento: “Es un lugar en donde cada uno puede encontrarse con Dios a su manera. Es una comunidad de amigos en la fe en donde somos auténticos amigos de Jesús”.
Desde hace años coordina el apostolado Venga Tu Reino (VTR), que busca que “chicos recién confirmados puedan encontrarse con Jesús y también llevar ese encuentro al prójimo”. Siguiendo el ejemplo de santos como la Madre Teresa de Calcuta, realizan servicios en “comedores, apoyo escolar, catequesis, geriátricos”, entre otros. Su misión es clara: “hacer el Reino de Dios en la tierra”.
Aunque hoy estudia Ingeniería Agrónoma en la Universidad del Salvador, su historia en el Regnum Christi comenzó en el colegio Oakhill Pilar. “Misiono hace más de 7 años”, cuenta, y asegura que esta Semana Santa “tenía muchas ganas de ir porque quería poder contemplar cada día como lo vivió Jesús”.
Uno de los momentos que más lo marcaron fue el Via Crucis, donde interpretó a Jesús: “Realmente me pareció muy fuerte ponerme en el lugar de Jesús. Ver a la gente del barrio y a los misioneros llorar de tristeza”. En contraste, el Sábado Santo fue para él “una verdadera fiesta”: “Se experimentó un pedazo del Cielo en la Tierra. Gente que no iba a misa hace años, que hace días lloraba desconsoladamente… había un hombre ciego que bailaba en la misa de Resurrección. Me hizo acordar a una canción que dice: los ciegos nunca vimos tanto color”.
Su reflexión es profunda y clara: “Dios transforma, saca lo bueno de lo malo, donde hay odio lleva paz y sobre todo nos quiere felices. Su muerte es el gesto de amor más grande que podemos ver”.
Marcos también hace una autocrítica sobre cómo la Iglesia es percibida: “Hay jóvenes que pueden ver a la Iglesia como gente que sigue normas sin sentido, viejas, aburridas… Y a veces como Iglesia tendemos a mirar de arriba al que no misiona, no va a la iglesia, etc. La iglesia no es un museo de santos sino un hospital de pecadores”.
Y con convicción, invita a otros jóvenes: “Si quieren descubrir la libertad y el amor, tienen que ir a misionar. Todos buscamos ser felices y amados, pero tenemos anhelos que el mundo no puede llenar. Lo único que puede saciarnos es Dios”.
Durante la misión, también fue profundamente tocado por la figura de María: “La Reina de nuestras Alegrías estuvo en la cruz y no dijo una palabra”. En una compartida con adultos del barrio, el testimonio de la Virgen provocó un momento de profunda unión: “Fue tremendo cómo todos compartíamos y llorábamos por problemas de la vida que nunca habíamos contado… los adultos armaron un grupo de WhatsApp para no romper ese vínculo y seguir compartiendo la fe”.
Marcos concluye con un compromiso firme: “El próximo año voy a volver y el siguiente también, y así hasta que Dios me lo permita”. Para él, “Semana Santa es el motor de nosotros los católicos, le da sentido a cómo vivimos en el día a día”.
